miércoles, 21 de agosto de 2013

La viajera sin adverbios Mónica Esguerra y Lucía Borrero

                            La viajera sin adverbios
                                              Mónica Esguerra y Lucía Borrero

Esta es la historia de Antje, una chica de Fráncfort que decidió pasar sus vacaciones de verano en Sevilla. Durante varias semanas se dedicó a preparar los detalles de su estadía en España. Empacó los verbos, sustantivos, adjetivos, preposiciones, conjunciones y hasta onomatopeyas.
También, por supuesto, su nuevo bikini azul. Sin embargo, olvidó los adverbios…
¡Todos los adverbios!
Al llegar al hotel, la recepcionista le dijo:
-          Su habitación es la 307. Para llegar, tome el ascensor hasta el cuarto piso, porque NO para en el tercero. Luego al salir del ascensor, verá ENFRENTE una escalera y, AL LADO, una pequeña puerta. NO baje por la escalera, abra la puerta y siga por AHÍ.
Cuando subió al ascensor, Antje recordaba las indicaciones de la recepcionista, pero sin los adverbios:
-          Tome el ascensor hasta el cuarto piso porque para en el tercero. Luego, al salir del ascensor, verá una escalera y una pequeña puerta. Baje por la escalera, abra la puerta y siga.
Por supuesto, Antje perdió el rumbo, no pudo ubicar su habitación y estuvo dando vueltas de piso en piso, hasta que por fin encontró a un botones, al que le pidió ayuda.
Esa tarde salió a probar las famosas “tapas” y conoció a Manuel, un muchacho muy guapo. Conversaron casi toda la noche y se divirtieron mucho. Antes de despedirse, él le dijo a Antje:
-          Quiero volver a verte. Te espero PASADO MAÑANA, ATRÁS de la Plaza Principal.
Como Antje había olvidado en casa los adverbios, sólo escuchó:
-          Quiero volver a ver. Te espero, la Plaza Principal.



Al día siguiente fue a esperarlo desde las nueve de la mañana, pero su enamorado jamás llegó.
Desilusionada, decidió visitar las iglesias antiguas de la ciudad. El portero del hotel le recordó:
-          Hoy NO se pagan las entradas a las iglesias. ¡Qué pase un buen día y disfrute la visita!
De nuevo, Antje escuchó la frase sin los adverbios:
-          Se pagan las entradas a las iglesias.
Y como no llevaba suficiente dinero, se volvió a su habitación.
Antje no lo estaba pasando muy bien en sus vacaciones. Todo parecía salirle al revés. Sin embargo, la tarde antes de tomar el avión de regreso a Fráncfort, mientras veía televisión en su habitación, tocaron a su puerta.
Era Manuel, el chico sevillano, que había decidido venir a buscarla para averiguar por qué había incumplido la cita en la Plaza Principal.
El malentendido quedó aclarado, y los dos juraron volverse a encontrar….
¡Esta vez con sustantivos, adjetivos y, por supuesto, adverbios!



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